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La creciente globalización unida a la crisis económica española ha hecho que, cada vez más, las empresas se preocupen por su internacionalización y las ventas en el extranjero. Esta apertura de mercado no es un paso fácil de asumir, pero ¿cuándo es el momento correcto? Según la revista Emprendedores, el flujo de ganancias de una empresa para internacionalizar sus ventas debe alcanzar los 500.000 euros anuales, como mínimo.

Debemos tener en cuenta que, cuando decidimos dar el paso de vender fuera de nuestro país, es como si la empresa se desdoblara: debe haber un equipo que se encargue exclusivamente de las ventas internacionales, pero nunca debe estar aislado del resto de la empresa. Todos los miembros del equipo deben tener claro que la empresa está en un proceso de internacionalización y actuar en consecuencia.

Lo ideal es tener un coordinador encargado de supervisar las acciones por cada país en el que vayamos a ofrecer nuestro producto; una persona que tiene que conocer previamente cómo funciona el mercado del país en cuestión y cuáles son las oportunidades, fortalezas y debilidades de nuestro producto en ese lugar.

La atención al cliente cobra, en este punto, especial relevancia. Debemos poner al cargo a una o varias personas que sean capaces de atender a los clientes del exterior con la mayor eficiencia posible. Para ello, como mínimo, deben hablar el idioma del país del que proceden los clientes; mucho mejor si además hablan inglés de manera fluida y natural.

El último punto importante a tener en cuenta es la presencia de la empresa en ferias y eventos del país en el que queramos vender, un gasto que debe estar previsto en el plan de internacionalización. Acudir a estos eventos es de vital importancia en la internacionalización, ya que crea recuerdo y ayuda a la construcción de la imagen de marca en los potenciales clientes, aunque normalmente operemos desde nuestro país de origen.